Los crímenes sagrados by Alfredo De Braganza

Los crímenes sagrados by Alfredo De Braganza

autor:Alfredo De Braganza [De Braganza, Alfredo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-15T00:00:00+00:00


PARTE TRES

EL SUSURRO DE LA MUERTE

21

Laura entró en el hotel. Después de que observara a toda la gente en el vestíbulo y de que nada ni nadie la alertara de un peligro, se dirigió hacia la zona de los ascensores.

En ese momento salía en tropel un grupo de turistas alemanes que se iban a cenar y a recorrer la ciudad por la noche; llevaban mochilas a la espalda, algunos, cámaras profesionales colgadas alrededor del cuello y botellas de agua mineral en la mano. Uno de ellos mostraba a todos una página en su guía de Lonely Planet.

Nada más verlos aparecer, el guía indio que los estaba esperando en el vestíbulo corrió hacia ellos con una alegría inusitada, pronunciando un cursi y repetitivo Namesté con las palmas de las manos juntas a la altura del pecho. La propina que esperaba obtener al final del tour lo motivaba cada vez más.

Cuando dejaron el ascensor vacío, Laura entró, presionó el botón de la planta y, acto seguido, el de cerrar la puerta, impaciente.

Mientras ascendía, se concedió una pequeña sonrisa complaciente en el espejo, admirando su figura atlética. Su profesión nada tenía que ver con lo que representaban las películas de espionaje y acción o las novelas de suspense y misterio. Su oficio ofrecía otro tipo de sutilezas. Ella lo consideraba como una adicción al juego, donde tenías que mantenerte alerta física y mentalmente; de lo contrario, perdías. Un juego para adultos no exento de peligro, pero, al mismo tiempo, y ahí estaba lo interesante, excitante y divertido. Antes de que la puerta se abriera, volvió a lanzar una sonrisa a la figura que tenía enfrente.

Caminó sobre el suelo alfombrado hacia la habitación 408. Sacó de un bolsillo su monedero y extrajo una llave maestra electrónica, la pasó con rapidez por la rendija. Se encendió la luz tras un pitido y se escuchó el clic de apertura.

Decidió renunciar a toda búsqueda apresurada. Era conveniente que cuando volviera el doctor Faraz se encontrara todo como lo había dejado antes. Sin tocar nada, tomó nota de la disposición general de los muebles y de las cosas que había por la habitación. Una vez escaneada con su memoria fotográfica, comenzó a inspeccionar.

Abrió cajones, armarios y verificó a conciencia el interior de los bolsillos en camisas y pantalones. Nada. Con ayuda de una pequeña aguja que tenía en el monedero forzó la cerradura de una maleta de viaje apoyada en la pared. Se oyó un «clac» y se abrió. Revisó el interior. En el bolsillo lateral había un cuaderno, lo sacó.

Contenía páginas repletas de diversos símbolos cuyos significados desconocía. Con el teléfono móvil comenzó a tomar fotografías de todo.

Aparecían también signos que dedujo que se utilizaban en química para designar los elementos de la tabla periódica del químico ruso Dmitri Mendeléyev. Había nombres escritos en los laterales, muchos dibujos y notas.

Cuando terminó, lo seleccionó todo y se lo envió a Varun Grover en el Cervantes. En ese mismo instante, él lo recibiría en Madrid y comenzaría a descifrar aquel galimatías de notas.



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